En su perfil de Facebook dice que estudió en la ruta. Y no es casual. Estudiaba licenciatura en Turismo, en Bahía Blanca, cuando decidió viajar a Perú por 30 días, que se transformaron en 33 meses de vida por siete países sudamericanos recorridos a dedo y en bicicleta. En el camino conoció a María (una argentina de Longchamps) también viajera, hoy su amor y compañera de experiencias.
UNA ESTADÍA DE 30 DÍAS EN PERÚ TERMINÓ TRANSFORMÁNDOSE EN UNA TRAVESÍA A DEDO Y EN BICICLETA POR SIETE PAÍSES A LO LARGO DE 33 MESES. AHORA, MAURICIO LÓPEZ ESTÁ EN SU CIUDAD Y CON NO POCAS ANÉCDOTAS PARA COMPARTIR.
La historia empezó en 2012, cuando le quedaban menos de diez materias para recibirse. Entonces, tras un viaje a Machu Picchu, Mauricio López decidió revolear los fríos mapas y sin ningún ahorro, pero con el corazón encendido de deseo, echó a andar.
LAS DECISIONES Y HALLAZGOS INICIALES
“Abandoné mi carrera, terminé con mi novia y renuncié a mi estabilidad. Fue un quiebre muy importante”, cuenta este bahiense de nacimiento, puanense por adopción y ciudadano del mundo por elección.
Desde entonces, visitó a pie, a dedo, o sobre ruedas varias ciudades de Perú, Colombia, Ecuador, Venezuela, Paraguay y Argentina y vivió durante meses con comunidades aborígenes, que le enseñaron su cosmovisión del mundo y sus ritos ancestrales. Pasó hambre, calor y frío extremos, estuvo preso dos veces en Ecuador por desavenencias migratorias y hasta fue hospitalizado por un cuadro de deshidratación.
“Encontré lo que quería hacer con mi vida. Me di cuenta de que si estudiaba Turismo era por las ansias de despegarme y conocer el mundo”, confiesa. En estos años, viajó mucho tiempo solo y con gente y descifró los códigos de la cultura nómade, escuela que se convirtió en su principal herramienta.
EL FINANCIAMIENTO Y LA PEREGRINACIÓN
Empezó a generar ingresos haciendo malabares en las esquinas y plazas y acampando en lugares gratuitos. De Cuzco se fue a Arequipa y luego a Camaná (en Perú) y empezó a moverse a dedo. “Vi que si entrenaba y le ponía buena energía, vestido de payaso, la gente lo recibía”, relata.
Fue el comienzo de una peregrinación y también de una transformación paulatina. “De tener comodidad, una ducha de agua caliente o un plato de comida pasé a estar a la intemperie improvisando el día a día, en países desconocidos”, comenta.
De Perú cruzó a Ecuador y luego a Colombia, donde, entre otros destinos, conoció la colonial Cartagena de Indias. Antes vivió casi tres meses con la comunidad Camsá cultivando, juntando leña y bañándose en los ríos. “Fue una apertura de la conciencia increíble. Un antes y un después”.
Y EL AMOR LLEGÓ
Allí conoció a María, su amor, con quien hoy sigue haciendo camino al andar. “Nos vimos cara de conocernos de toda la vida”, dice. Luego cruzó a Venezuela pedaleando por el desierto de la Guajira.
Fuente: La Nueva
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